lunes, 24 de septiembre de 2007

Crónicas de madrugada


Un termómetro infalible para los jotitas

Ricardo Ayllón

Levantarse a eso de las seis de la mañana no precisamente para ver ganar a los jotitas, sino para que –con el cielo despejado de uno de sus triunfos– tener el mejor motivo de iniciar un día distinto, uno en que la antesala laboral no sea el de las noticias absurdas de terremotos lucrados por los amantes de las donaciones, o de los ómnibus despedazados por la trampa negra de sus malos pilotos; un día en que sea posible salir de casa con la cabeza en alto, ser peruano sin mortificarse por los hacedores de la vergüenza ajena. Porque los jotitas son el alba blanquirroja de una mañana bienaventurada, la excepción en el colectivo que nos lleva al trabajo, la noticia de la radio prolongada en vítores deportivos y no en los gemidos arrugados de las canciones del recuerdo, aquella música malsana de esas radios que aseguran vender “felicidad” echándonos a perder el día con el lamento de sus amores de figurín.
He bautizado a estos amaneceres afortunados de agosto como “mañanas jotita”, estos que cuando acaben harán más falta que nunca para que este país cambie de mirada y se purifique en una sonrisa, en un rostro remozado. Pues la felicidad en esta realidad peruana casi siempre dura poco, es casi un albur, un guiño cachaciento, un recorrido de cincuenta céntimos en combi.
El partido de ayer miércoles fue vibrante, laaaargo como la noche de un asmático, pero vivificante en su definición. Hemos pasado sobre Togo, Corea, Costa Rica y Tayikistán, y no acabo de averiguar si esta felicidad solo es un bluf… lástima de mí. Es que estos cuatro triunfos de Mundial no contienen la certidumbre de lo substancial, pues a los jotitas aún les falta medirse con un equipo verdadero. Ninguno de estas cuatro selecciones personifica un poderío en la escena futbolera; por eso aguardo como un masoquista la justa contra Ghana, y saber si realmente estos muchachos tienen dimensión.
Ghana es el verdadero reto. Estos jóvenes africanos que no lo son tanto porque periodistas y viejos dirigentes internacionales han soltado la noticia de que tienen más de 17 años, y la FIFA no ha sabido ocultarla ni siquiera con su investidura. Se jugará en desventaja física y eso sí que vale la pena para una medición, con el añadido de que África ha impuesto su presencia en estas pugnas juveniles desde hace algunos años.
Contraria a nuestra costumbre juerguera, mañana viernes nos “meteremos al sobre” temprano para que el castigo del cambio de horario nos reciba descansados este sábado. El partido es a las cuatro de la mañana, y aguardamos con confianza que la celebración del primer gol atrase al gallo en el estrépito madrugador.
¿Cuánto más pueden los jotitas?, ¿hasta dónde llegan su coraje y eficacia? Son preguntas que suenan odiosas para esta adorable manchita de muchachos que recién entran a ver el fútbol con ojos responsables, pero se alzan como una necesidad si aún queremos concebir este deporte como percutor de la alegría. Ghana será un termómetro infalible, de eso nadie nos salva, ni a los jotitas ni a nosotros, que retornaremos nuevamente a la expectativa convulsa y mañanera de reconocernos ganadores.


Ricardo Ayllón nació en Chimbote, Perú, en 1969. Es profesional en Derecho y Ciencia Política. Publicó los libros de poesía Almacén de invierno (1996), Des/Nudos (1998), A la sombra de todos los espejos (2003), y los conjuntos de relatos Monólogos para Leonardo (2001), Baladas del ornitorrinco (2005) e Imberbes (2005). Es colaborador en el Diario La Industria de Chimbote y en las revistas culturales Kordillera, Arteidea y Revista Peruana de Literatura. Dirige el sello Ornitorrinco Editores.

cuento de Charles Bukowski


EL PERRO Y EL FRASCO"

-Mi lindo perro, mi buen perro, mi querido perrito, acércate y ven a respirar un excelente perfume comprado en la mejor perfumería de la ciudad."Y el perro, agitando la cola, lo que es, creo, entre esos pobres seres, el signo correspondiente a la risa y la sonrisa, se aproxima y posa curiosamente su nariz húmeda sobre el frasco destapado; después, reculando de improviso con espanto, ladra contra mí a manera de reproche."-¡Ah! miserable perro, si te hubiese ofrecido un paquete de excrementos, lo hubieras olfateado con delicia y quizás devorado. Así, tú mismo, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca hay que ofrecer delicados perfumes que lo exasperan, sino inmundicias cuidadosamente elegidas."


Charles Bukowski nació en Andernach, en Alemania, en 1920. Empezó a escribir cuentos muy joven pero, tras un primer relato publicado por una revista en 1944, abandonó la literatura por un espacio de diez años, en los que sentó los cimientos de su leyenda alcohólica. Empezó a publicar poesías y relatos cortos en revistas underground, hasta que a los 49 años, después de haber trabajado los últimos 20 en el servicio de correos (como repartidor), dejó el trabajo y se dedicó sólo a escribir, su fruto fue Cartero (1970), su primera novela. A ésta seguirían otras cinco, todas protagonizadas por Henry «Hank» Chinaski, alter ego del propio Bukowski. El éxito lo convirtió en escritor de culto y poco a poco su popularidad se extendió más allá del nuevo continente. Las lecturas de poesía y esporádicos viajes (uno de ellos a Europa, visitando su pueblo natal y reencontrándose con familiares lejanos) convirtieron sus últimos años de vida en una constante lucha contra la comodidad y el aburguesamiento, y fruto de ello publicó Peleando a la Contra, un auténtico testamento oficial y la auténtica biografía de Charles Bukowski.

cuento de Claudia Ulloa Donoso


MANTEL BLANCO


Se van colocando los platos, las copas, los vasos; el tenedor a la izquierda, el cuchillo a la derecha y con el filo hacia dentro. Todos hacen un ruido ahogado y agradable sobre el mantel, que huele a limpio en la mesa recién puesta.

A lo lejos, se oye a un cuchillo picar alguna hierba que sangra clorofila.

Mi madre se sienta a descansar un momento. Cruza las piernas, se rasca con sus manos verdes de perejil, la tibia, que ella suele llamarla espina, como si su esqueleto fuese de un pescado. Veo al trasluz, que miles de escamas pequeñísimas de su piel vuelan por el aire.

— Y cuando ésta nació, ni lloró; pero sí, qué angustia ese silencio...

Hablan del cordón umbilical, de la grasa en la piel de los bebés recién nacidos, de la leche materna hirviendo, saliendo de sus pechos y mojando todos sus sastres. Sus palabras se van mezclando con los sonidos de las ollas y los cubiertos, mientras yo voy imaginando que un bebé crece dentro de una olla tibia, se cocina en líquido amniótico y luego sale colorado, oliendo a pescado, a leche, a grasa; como la comida de la cocina.

— Pero lo peligroso es cuando se te rompe la fuente...

La escucho mientras deslizo mi mano sobre el mantel. La textura de la tela me produce escalofríos. En los surcos de las palmas de mis manos se enredan las pelusas del lino: como el tacto de la piel de un bebé de trapo.

— ¡Carajo! ¿Y ahora dónde pongo los rollitos de pescado? —grita mi hermana en la cocina.

Yo me río por la fuente rota, como si alguien fuese a nacer ahora mismo en la cocina. Sé qué fuente es, lo sé por el ruido de ésta: una fuente azul de un material ligero que es una mezcla entre cerámica y vidrio.

Partículas azules que cortan se esparcen por la cocina y caen sobre el pescado: carne blanca con puntitos azules de detergente que nos va a limpiar las entrañas llenas de mierda.

Mi madre deja de hablar del calostro y corre a la cocina. Sus zapatos de taco hacen el ruido de un galope.

— Usa la transparente, entonces —dice casi gritando.

Un portazo.

Regresa con las manos limpias y mojadas.

— Felizmente que este año todavía se pueden hacer estas cosas, porque como está la situación, quién sabe si más adelante se podrá romper las fuentes y comer corvina.

Mi tía, la más joven, se pinta las uñas de los pies en el sillón de la sala. Pregunta que si el color rojo de su esmalte es del mismo tono que el de su vestido. Se queja de que el esmalte le arde siempre en la uña más pequeña.

— Tendrás un hongo...

Ahora se enoja por el comentario. Dice que ella es la más blanca de todas las hermanas y que su piel es más delicada, que por eso le arde.

— ¿Te acuerdas cuando a mí nada más me dio insolación en Punta Negra?

Se sigue pintando las uñas y hace un ruido como si sorbiera sopa, mientras el esmalte rojo hierve en su dedo meñique del pie.

Llega mi otra tía. Entra a la sala casi corriendo, con sus piernas apuradas y firmes que mueven su faldón como una bandera multicolor de seda. Carga una talega de flores blancas y amarillas.

— Qué horrorosas las amarillas. Así desentonas todo...

— Bueno, las flores eran mi parte ¿no? Amarillo de la felicidad, como la fecha, y a quien no le guste, ajo y agua.

Mi tía huele a crisantemos, a perfume AnaísAnaís, a la ruda que ha traído del mercado y le dice a mi prima, en voz baja:

— Anda, ponle esta ramita a mi santito.

Mi prima coge la rama como si fuera un plumero y sube las escaleras en pasos largos dejando un escalón, cantando dame más gasolina, regando las hojas de ruda e impregnando la casa con ese olor meloso y de hechizo. De pronto, la avalancha de sus pasos agitados bajan como palos rodando por las escaleras de madera.

— ¡El santo me movió los ojos, mamá!

Mi tía, emocionada, dice que al fin se le va a hacer el milagro, ese milagro del que siempre habla pero nadie sabe qué es.

Mi hermana entra al comedor y camina alrededor de la mesa.

— Falta que llegue Tony con el vino blanco- le dice mi madre.

— Ojalá que no se le vaya ocurrir comprar vino en caja, porque él es así...

Mientras espero que llegue el resto de la familia, me pregunto de dónde se habrán alquilado estas mesas. Son bastante simples, de madera prensada, sostenidas de unos caballetes horribles de fierro de construcción pintado con esmalte negro.

Pero el mantel blanco lo tapa todo.

Mi hermana vuelve con la fuente de vidrio llena de pescado recién salido del horno, que calienta el mantel y hace que salga de éste el olor a detergente de puntitos azules, como los que hay casi invisibles sobre la corvina que nos vamos a comer hoy.

Empieza a llegar más gente. Se oyen más conversaciones sobre ex maridos e hijos que sí lloraron al nacer, ruidos de sillas que se arrastran, murmullos sobre mi novio, que está gordo y que compra vino en caja.

Miro el mantel blanco de la familia sobre las mesas horribles de madera prensada: veo chicles pegados en los filos, mocos y cosas resecas. Leo palabras “10p fam. Gutierrez para entregar” “Sra. Selmira Segura vd. Salas”, “Diaz novia local PIP” y también veo mi apellido: Torres.

Escribo con mi llave sobre la madera sucia, al lado de mi apellido: “ELISA TORRES 25 AÑOS 21/12/2006 A MI FAMILIA SE LE VA A HACER UN MILAGRO HOY EN MI CUMPLEAÑOS”.

Me quedo ahí, esperando el momento de poder levantar el mantel y salir de debajo de la mesa, en pijamas. Decirles que no fui a trabajar, contarles lo de mi trabajo y darles la sorpresa.

Yo a ellos.




Claudia Ulloa Donoso Perú, 1979 En 1996 obtuvo el primer lugar en su categoría en el concurso Terminemos el cuento organizado por el diario El Comercio y en 1998 el primer premio en el concurso El cuento de las 1000 palabras de la revista Caretas de Lima. Su obra ha circulado en diversas revistas como The Barcelona Review y Los Noveles; en el año 2006 editorial Estruendomudo publicó su primer libro: El pez que aprendió a caminar. Participa, además, en la antología Tripulantes (España). Blog: septimamadrugada.blogspot.com

microrrelato Juan José Arriola


"Teoría de Dulcinea"

En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta.
Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.
En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.
El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca.
Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente.


Cuento de horror

La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco

Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.


Prometeo a su buitre predilecta

Más arriba, a la izquierda, tengo algo muy dulce para ti. (Ella se obstinó en el hígado y no supo el corazón de Prometeo.)


Felinos

Si no domesticamos a todos los felinos fue exclusivamente por razones de tamaño, utilidad y costo de mantenimiento. Nos hemos conformado con el gato, que come poco.


El mundo

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.


De John Donne

El espíritu es solvente de la carne. Pero yo soy de tu carne indisoluble.

De escaquística

La presión ejercida sobre una casilla se propaga en toda la superficie del tablero.

Sin título

—¿De veras eso es fornicar? Yo creí que era otra cosa. Que era algo así como quién sabe. Eso que usted dice quisiera hacerlo todos los días, pero no más lo haba una vez a la semana, cuando mucho. Ya ve usted, la ignorancia…



Juan José Arreola (1918-2001), figura clave de las letras mexicanas, es uno de los escritores más reconocidos en el ámbito internacional; no sólo por su peculiar sentido del humor y su habilidad para borrar las fronteras entre la realidad y la fantasía, sino también por la precisión de sus metáforas.
Heredero de la estética vanguardista, supo darle un vigor sorprendente al género del micro-relato en textos en los que retrató conversaciones literarias, juegos de escrituras y magias irrepetibles. Como ilusionista nos instaló en lo fantástico con la elegancia de un viejo rey ajedrecista.

Poemas de Alan Mills


Fatalidad

Estar del lado del esfuerzo.
(Un hombre se apropia de sí
para tender puentes a lo esencial).
Hacer palabras moliendo cristales:
esconder cristal molido en el pan de las gentes.
(Un hombre dilata su ser/
sangra y no está solo).
Ser aliado de lo difícil.
Querer repartir la tierra con un soplo.
(La sombra del hombre queda líquida en los muros).
Reconocerse en las briznas más afiladas.
Anudarse al construir y al sueño.

A Christian Panebianco y Silvia Favaretto

Más que la muerte


Más que la muerte
el miedo.
(Mujeres vestidas de negro/
vacunadas de amnesia.
Son tristes. No olvidan).
Un muerto/
más que un muerto
el miedo
de ser sangre corriendo/
de ser una sombra vaciada de vida.
Más que la muerte
estar solo/
terriblemente solo
como un poderoso
que no sabe amar sin golpearnos.
Y la palabra
(como si tal cosa pudiese)
se sitúa más allá
intenta perderse de la muerte
aun cuando sabe que sólo es el fermento
de algún aliento antiguo que se resiste a callar.
(Dios lo tenga en su gloria/
musitaban las mujeres).
Hay un muerto/
nadie descansa.
Síncopes

Aquí se sufre pero se goza

6:04 pm:

Conozco otro pueblo, uno donde los niños ríen al caer la noche, están bien muertos pero risa y risa, travesiean con los chuchos que nunca tuvieron, se han echado encima una sábana de tierra que saben quitarse para soltar sus barriletes etéreos, allá las mutiladas de juárez y guatemala ofician como sus nanas, ellas tampoco reconocían ese inframundo donde los críos reirán durante los amaneceres que faltan, sí, ya han hecho amistad con pequeños ultrajados de bazora y se enmascaran en juegos inauditos, sabino cuenta que le bayonetearon los fetos a sus primas, sabino se escondía bajo cadáveres, y después caminaba hacia chiapas escapando de los kaibiles que querían inflarlo a puro Amor, tal maraña trae gemas que rigen nuestro desvelo, conozco este pueblo, ahí han organizado la Gran Fiesta a la que todos deseamos ir, enclave de sombras al que una helada fiebre le borró la cara, hoy es sólo enorme herida, vapores, y ya sabemos las diversas maneras de escuchar al Corazón del Cielo o de no hacerlo, sí, fue la huesuda quien se llevó esos versos que adornaban la plaza, sí, sólo el ruido interpretaría con soltura la cantidad de silencio que expele una aldea fantasma, por eso la risa confiada de los niños al anochecer, por eso juegan entre el limo y no miran su sangre, esto va a persistir, nuestro destino es manifiesto, lo dice con llanto el Corazón del Cielo.


Ahí te siento
Oh, pero yo no lo sé, treparse a una montaña es como acariciarle los rincones a mi personal jesus, y todo este verde tiene que ver con el agua y tus brisas benditas, ahora recuerdo cuando bajé al río y las mujeres pensaban que yo era otra hembra, pues mis cabellos estirábanse como una carretera muy blanda, después sonrieron enrojecidas al sospecharme el macho, diosita: ellas saben que propagaré las tribus más allá de la frontera que esta esperma ha construido, diosita: pensé mucho acerca del vacío de dios en aquel silencio de la noche, hoy sé que tienes cierta manera de llamarle al deseo, mi personal jesus: gracias a tu ausencia intuí que de aquellas montañas va resbalando el hormigón que amasija los bares y nuestros castillos rave, nuestro éxtasis lo trae el polvo de los muertos que olvidamos y se vende en los Megatemplos, ese tipo de cosas he ido pensando mientras canto en silencio para ti diosita mía, ¿me dibujás algo?, bah, ya no te amo: a) el amor muere por diversas causas y simples b) la fe es algo que reviene a falta d’orgasmos c) mi nombre se logra combinando valores lejanos.

Alan Mills (Guatemala, 1979)

Es poeta, ensayista y traductor. Ha publicado un solo libro titulado Testamentofuturo que fue publicado por entregas y como obra de iniciación en Guatemala y México, entre 2002 y 2005. Ha participado en múltiples festivales en América Latina y en el V Festival Internacional "La poesía tiene la palabra” organizado en 2005 por la Casa de América en Madrid. En enero de 2007 leyó textos de su libro Síncopes (Zignos, Perú, 2007, Limón Partido, México, 2007) en la Casa de América y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, España. Mandrágora Cartonera también publicará Síncopes próximamente en Bolivia.